Un mes para reencantarse con nuestra riqueza
Las hojas empiezan a caer en los pocos árboles que adornan las calles de Antofagasta, al mismo tiempo que el viento las remueve y las recoge, desperdigándolas por las aceras que cada vez se tornan más frías cuando el otoño comienza a afirmarse y se acerca el invierno.
Pese a ello, mayo es un mes pleno de actividades culturales de diversa índole, pero especialmente, desde hace algunos años, por la celebración que recae el último domingo, el Día del Patrimonio Cultural, jornada dedicada a la realización de tours histórico-patrimoniales, y a la apertura, muchas veces de manera gratuita, de diversos recintos y dependencias como museos, galerías o bibliotecas, de manera que el acceso del público sea total ese día.
Además, como ya se ha hecho una costumbre en la ciudad, este día también la empresa de ferrocarriles ofrece un paseo en tren a todos los interesados, que permite rememorar los tiempos aquellos en que éste era el principal medio de transporte en Antofagasta.
Así es, porque por allá en sus inicios, durante la segunda mitad del siglo XIX, sólo el tren permitía vencer el aislamiento económico y geográfico en medio del desierto más árido del mundo, permitiendo transportar los minerales extraídos al interior y comercializarlos con el mundo entero, a través de los muelles que la misma empresa construyó.
Incluso, para su fundación, la dimensión de las calles fue pensada especialmente para que este tipo de transporte pudiera desplegarse sin problemas por la ciudad. Por eso el tamaño del ancho de sus calles, veinte varas, algo así como diecisiete metros, medida propuesta por el gerente inglés de la compañía de salitres y ferrocarriles, George Hicks, quien señaló, en pleno cabildo, que “ni ustedes ni yo mismo podemos imaginarnos la enorme importancia que este puerto tendrá en el futuro” para convencer a los ingenieros y arquitectos.
Hoy, ciento cincuenta años después, el tren ya no serpentea por las calles céntricas de la ciudad, pero ha dejado huellas imborrables, como la esquina redonda de Prat con Matta, o Avenida Argentina, diagonal que cruza la ciudad y que antes era la vía del ferrocarril.
Así, son miles las historias y anécdotas que nos remontan al pasado histórico de la ciudad, y que cada Día del Patrimonio debemos rescatar para transmitir a las generaciones que vendrán la enorme riqueza material y espiritual que ellas evocan.
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